Un año cálido con pocas variaciones climáticas dio lugar a una fruta muy sana. Los días más frescos de la vendimia nos permitieron controlar mejor la temperatura de las uvas entrantes antes de la fermentación.

Las uvas se clasificaron y recogieron a mano en cajas de 14 kg en el viñedo. Una vez en la bodega, hicimos una segunda selección de uvas, quedándonos sólo con los mejores racimos.

Los primeros brotes de la añada 2018 llegaron un poco más tarde de lo normal. Un año antes habíamos vivido una de las mayores heladas que se recuerdan en Ribera del Duero, lo que nos obligó en el inicio de 2018 a doblar trabajos en nuestros majuelos cuando la planta revive y comienza su ciclo, atendiendo con sumo cuidado la formación de brazos.

Aromas frutales desde el primer contacto, tonos frescos y alegres con un fino hilo conductor de vainilla y bayas de bosque, algo maduras. Sutil al primer contacto, expresivo y alegre.

El acontecimiento climático más importante fue la helada que se produjo en toda la región durante la primavera, concretamente en abril. Esta circunstancia complicó el trabajo de campo durante el verano y el manejo de la vegetación, pero a pesar de las complicaciones climáticas, los volúmenes y cantidades fueron adecuados y las uvas llegaron con un índice de calidad muy alto. Los rendimientos fueron menores que en otras añadas, lo que concentró el potencial y la calidad de las uvas cosechadas.

Las buenas condiciones meteorológicas permitieron recoger la cosecha en su punto óptimo de maduración. Aunque las fechas se adelantaron ligeramente de lo habitual, las características analíticas y organolépticas indicaron un perfecto equilibrio de la fruta, ideal para producir una excelente cosecha. Las uvas llegaron sanas y secas, gracias al buen tiempo y a la ausencia de lluvias. Los rendimientos fueron bajos, lo que favoreció la obtención de uvas de mayor calidad.